martes, 17 de marzo de 2015

Adiós Alexander, y gracias.



Escribí esto en el 2010 para una revista online, lo recupero ahora, básicamente, porque me da la gana.



Hace mas de un año, el 10 de Marzo de 2009, en un escenario lleno de una montaña de basura, Alla Kostromicheva abría el show de otoño- invierno 09-10 de Alexander Mcqueen con un traje de falda acampanada, blusa con gran lazo, una  chaqueta perfectamente armada y cortada, medias, todo ello estampado en diferentes tamaños de pata de gallo y un gran sombrero de pelo negro.

Desafiando a los mas pesimistas economistas y especialistas en moda que auguraban una temporada alicaída a causa de la crisis económica, un invierno marcado por la recesión,  Mcqueen nos hizo volver a soñar con que no sólo de ventas de camisas blancas y pantalones perfectos vive la moda. Nos regaló fantasía y no de Disney precisamente. Ahora más que nunca en la que los diseñadores mantienen la mirada en el pasado de la moda, él era el único que miraba al futuro y arriesgaba con cada colección. Sus ultimas cinco colecciones serán dignas de estudio por perfectas, por trend-setter, por no tener fisuras, por ser perfectas y maduras. No puedo creer que no vayamos a ver la evolución de este genio... ni su decrepitud.


No creo que a estas alturas y después de mas de un mes de su muerte, seamos ninguno conscientes del impacto que sobre la moda ha tenido Alexander Mcqueen, no somos conscientes de que nunca, jamás, va a haber un desfile suyo, que nunca vamos a volver a ver un escenario salido de su fabulosa cabeza, que todo lo que a partir de ahora veamos con su nombre impreso o sobre una pasarela no va a salir de sus manos. Yo todavía sigo impactado, de luto y triste. Tras mas de quince años viendo sus shows, admirando su creatividad, su buen hacer, su extraña visión de la belleza, su sensibilidad, rara y única, todavía no entiendo cómo no se sigue hablando de él, de su carrera, de su influencia en otros diseñadores, de sus estupendas colecciones y de su legado, no entiendo como la noticia ha pasado como si fuera un twitt, algo que todos posteamos y olvidamos en cinco minutos. No entiendo como las revistas de moda (?) no han paralizado sus rotativas para rehacer su número de marzo e incluir un mega reportaje homenaje sobre el fallecido y su carrera, por eso no le tengo respeto a ninguna cabecera de moda española y a muy pocas extranjeras. No somos conscientes que hemos sido testigos de sus primeros y rabiosos desfiles llenos de violencia, sexo duro, oscuridad y obscurantismo, su paso por Givenchy, y su triunfo personal al frente de su propia firma con estos últimos desfiles dignos de una nueva época dorada de la Costura. Una nueva época que ya no vamos a disfrutar, porque después de su desfile de invierno, cuando ya nos había puesto los niveles de serotonina a punto de nieve, nos volvió a sorprender con su desfile robotizado de verano lleno de ninfas marcianas con enormes pies venidas de un universo nuevo que explorar.

La velocidad de la moda es trepidante y hasta la muerte de uno de los diseñadores más influyentes y excepcionales del siglo veintiuno ha pasado sin pena ni gloria. A mi me da igual que se haya ahorcado dentro de su ropero, que haya ingerido cien pastillas para calmar el dolor de haber perdido a su madre o que haya bebido Paraquat, como su musa y amiga Isabella Blow, lo único que me importa es que ha muerto y que nunca vamos a volver a disfrutar de su creatividad, esa creatividad que no se parecía a nada, que era única.

Siento su muerte como si de alguien de mi familia se tratara aunque esto, a muchos de mis conocidos, les resulte aberrante, es la realidad. Creo que ya nunca se me van a poner los pelos de punta cuando vea los shows de la próxima temporada, ahora es el mejor momento de revisar sus colecciones una y otra vez para que todo quede registrado en mi cerebro y poder recurrir a ello para calmar el dolor  que la falta de talento me producen los trabajos de algunos diseñadores de la cuarta pasarela mas importante del mundo.


Junto con John Galliano, Mcqueen revolucionó la forma de ofrecer sus colecciones, alguien como él con ese talento tan grande no podía presentar sus vestidos de una forma tradicional,  presentó sus colecciones de forma totalmente única y diferente, e hicieron que los demás lo siguieran. Pusieron de moda que la escenografía del lugar donde se celebraba el desfile acompañara a los trapos, pequeñas performances que destilaban su gusto por lo visual. Hasta su llegada a París la mayoría de los shows eran todos en el mismo lugar, casi en la misma pasarela y casi de la misma manera. Ellos revolucionaron esa pasarela aburrida y pasada de moda desde los angares llenos de escombros de los comienzos hasta los más fabulosos salones de París. Unos desfiles que eran un bofetón psicológico y que producían, viéndolos desde casa, un subidón que por lo visto en directo lo eran aún mas. ”Prefiero que salgan de mis shows vomitando que aplaudiendo”.

Su magnífica creatividad se veía y se ve claramente ahora repasando sus antiguos desfiles, desde el peinado de las modelos hasta la publicidad de la firma, el maquillaje, los complementos, el casting, todo era controlado por su persona y formaba parte de ese universo extraño lleno de mujeres que elegían como mascotas a perros lobo o que bailaban hasta el amanecer. Incluso en aquellos primeros desfiles de la Semana de la Moda de Londres ya las chicas actuaban de una forma determinada para darle el último toque a unas prendas toscas, fuertes, con carácter, que ya despuntaban dentro de todo aquel caos.

Cuando alguien innova en algo lo hace desde la absoluta de las ignorancias o desde la mas absoluta de las seguridad del que sabe cómo expresar su universo creativo, sin ninguna fisura, por eso hemos asistido a shows donde las modelos patinaban en la tundra siberiana, eran atacadas por pájaros feroces, se paseaban por el jardín tenebroso y lúgubre de la casa de Christina Ricci en Sleepy Hollow aquel donde se cortaban las cabezas a sus habitantes. Hemos visto un parque de atracciones  con un tiovivo aterrador, una plaza de toros donde las toreras eran víctimas de las banderillas y de los lunares, un manicomio, hemos visto pasarelas inundadas de agua sucia mientras la lluvia caía y degradaba, como si fueran muñecas, el maquillaje de las modelos, una pista de baile extenuante, asfixiante, pero perfectamente coreografiada, hemos asistido a la creación, mediante máquinas de pintar coches, de un estampado que aún hoy sobrecoge, hemos visto a Kate Moss suspendida  en el aire gracias al holograma creado por el video artista Sam Gainsbury que ha sido uno de los mayores homenajes que nadie le   ha hecho a una persona viva, ese holograma de la Moss flotando es un regalo por todo lo que ella le había dado a él y dice mucho de su gratitud hacia ella y de su generosidad.



Puede que los estilismos y la puesta en escena de los shows fueran descorazonadores y toscos pero cada vestido, cada traje y cada tailleur tenían una identidad propia capaz de sobrevivir sin el agresivo estilismo y ser vestido por gente que confiaba en el buen patronaje, en los cortes perfectos y en los estampados únicos, gente que apreciaba la gran experimentación y el enorme esfuerzo que cada pieza contenían para su elaboración.

 Y eso en sus comienzos no era fácil de apreciar, a no ser que tuvieras el ojo crítico y la agudeza visual y las ganas de mecenazgo de la gran dama de la moda inglesa Isabella Blow. Ella no dudó un instante en bautizar a Mcqueen como el Yves Saint Laurent del siglo veintiuno  después de comprar toda su colección de debut.  Ella fue de las primeras en confiar en su talento, tal vez porque ambos tenían una visión propia y para muchos, extraña de lo que la belleza es. Ella es una de las culpables, no sólo sentimentalmente, del éxito de Mcqueen, ella fue quién negoció por él su contrato para sustituir a John Galliano al frente de la dirección creativa de Givenchy y quién indirectamente logró que el grupo que preside François Henry Pinault apostara por él para construir una nueva firma de lujo digna de este nuevo siglo.

Blow influyó más que nadie en Mcqueen, ella le sugería temas en los que inspirarse para componer sus colecciones y lo estimulaba para seguir adelante pese a los escollos que la indutria ponía en su camino. Blow conseguidora, cameladora y una verdadera mujer de negocios presentó a Lee a gente del mundillo con la que mas tarde colaboraría como el sombrerero Philip Treacy, autor de todos los tocados de sus desfiles y con quien continuó colaborando tras el suicidio de ella, además de vestir todas su creaciones sin importar lo extravagantes y exóticas que éstas fueran. Blow es Mcqueen y Mcqueen es Blow, un tándem tan perfecto que no pudieron estar separados mas de un puñado de temporadas.




Mcqueen no era un diseñador para todos los públicos, había mucha calle, mucho barrio londinense chungo en sus desfiles, violencia, muerte, sexo duro, muchos traumas, miedos y frustraciones, pero parece ser que los grandes artistas están llenos de experiencias buenas y malas que se reflejan en su trabajo, y éste se veía beneficiado de todo ello como si así se exorcizara todo ello haciendo que toda esa rabia y contención de sus comienzos fuera calmándose con cada colección y diera lugar a estos maravillosos trabajos con los que conquistó a crítica, público y fans en todo el planeta.







Esa incansable búsqueda y experimentación de nuevas siluetas, que forma parte de toda su carrera, tuvo consecuencias positivas en su influencia en la industria y por lo tanto en la calle. Sus famosos pantalones Bumpsters (culo de obrero) fueron portada de los tabloides británicos y norteamericanos que lo acusaban de misógino. La repercusión en la industria fue brutal y los grandes retailers comenzaron a bajar peligrosamente el tiro a los pantalones, esos vaqueros de cintura baja que todos hemos vestido y padecido y de los que nos hemos deshecho anteayer. Un gran tanto para su persona y uno de los escándalos de moda mas importantes y rentables para una firma durante el siglo veinte ,según Vogue Usa, comparable al New Look de Dior o a las mujeres florero de Christian Lacroix de finales de los 80’s.




No puedo dejar de hablar aquí, aunque me duela, de su trabajo durante cuatro  temporadas en Givenchy, la mítica maison francesa que, desde el retiro de su fundador ha tenido mas amantes que Joan Collins en Dinastía. Y es que es complicado sustituir la imagen que Galliano había creado para la casa francesa, una imagen suave, romántica, apoyada en elementos vivos de Hubert De Givenchy pero que no eran las bases de las colecciones del gibraltareño.

Esta fue la etapa mas complicada de su carrera, sin problemas económicos y con los dos grandes Holdings de lujo interesados en participar económicamente en su firma, los años de Mcqueen al frente de Givenchy estuvieron llenos de críticas a su trabajo, presiones por parte de sus jefes y la imposibilidad de separar su trabajo para su propia firma y para Givenchy.  No ayudó mucho que Mcqueen calificara de “irrelevante” para la historia de la moda el legado que su fundador había dejado y que acusara a sus colaboradores de entorpecer su trabajo y poner cortapisas a su creatividad. El mismo calificó años mas tarde su primera colección para Givenchy como mediocre, una colección completamente en blanco y dorado con Marcus Schenkenberg  subido en un podium semidesnudo con unas alas enormes. Fue el acontecimiento de la temporada en París y vista con la distancia que dan los años a mi me parece, no sólo una buena colección, sino que me atrevería a calificarla como una de las colecciones mas importantes de la década de los 90’s.

Sus colecciones para la casa francesa eran más o menos lo que hacía para su firma pero con todos los medios que un holding ponía a su alcance. Arriesgó mucho en su trabajo, no rebajó el discurso ni un centímetro y salió triunfante y escaldado. Al igual que los sastres de Savile Row le enseñaron en su juventud a coser trajes técnicamente perfectos, en Givenchy le enseñaron técnicas de Costura desconocidas para él hasta entonces que mas tarde utilizaría en sus posteriores, excelentes y maduras colecciones como esta última que se acaba de presentar en París que, pese a que no se ha presentado rodeada de toda esa teatralidad y esos escenarios que tanto nos gustaban, ha sido una de las mejores de la Semana de la Moda de París. Su etapa de trabajo para LVMH terminó cuando, en vez de firmar con ellos como socios para su firma, se dejó comer la oreja por Domenico de Solle para fichar por Gucci Group al igual que otros nombres como Stella Mcartney  o Nicolas Ghesquière en Balenciaga.

Hay que diferenciar dos etapas en lo que a su trabajo se refiere, durante su etapa londinense lo que proponía era bastante casual, quizás por su juventud se ve claramente una influencia callejera en sus propuestas, una etapa mas street en la que se ven sus ganas por buscarle las cosquillas a la conservadora sociedad british. Una etapa interesante que sirve de experimentación para lo que vino después de su fichaje por Gucci Group y su paso por Givenchy. Es a partir de ese momento, y no desde el mismo, cuando empieza su etapa mas madura en la que  todo su bagaje profesional eclosiona con unas estupendas colecciones en las que nos enseña todo lo que ha aprendido durante este largo viaje desde Londres hasta París, los amigos que han dejado huella en su obra y se muestra en su plena magnitud todo el talento, dejando atrás toda esa brutal experimentación  y la rabia. Su evolución del casual hacia una nueva elegancia ha sido maravillosa y hemos sido testigos  privilegiados de cómo avanzaba hacia una nueva línea llena de trajes de chaqueta perfectos, innovando en elementos clásicos, los hombros, las solapas de las chaquetas, los pantalones, la estampación… elementos que han estado ahí desde el inicio de su carrera pero languidecían debajo de estudiados, elaborados y valiosísimos estilismos que a veces no dejaban ver las prendas en todo su esplendor.

Le vamos a echar mucho de menos, ¡no imagináis cuánto! El problema de que mas del cincuenta por ciento de su firma sea propiedad de un gran grupo de moda es que no sólo no van a cerrarla sino que van a empezar a vender licencias para que la ésta sea rentable, vamos a asistir a una verdadera explosión de productos con su nombre y a la venta de licencias para comercializar toda clase de cosas. Espero que si lo hacen, que lo harán, sea con buen gusto y respeten durante algún tiempo su obra.
Tienen difícil nombrar un sucesor que esté a la altura del maestro, uno de los mejores costureros, creadores y diseñadores de este siglo al que va a ser muy difícil reemplazar. Ojalá cancelaran todas sus divisiones tanto la de hombre como la de mujer, la de Puma
y Mcq, y dejaran sólo a la venta el Novak ese bolso que resume toda su carrera y se ha convertido con el tiempo en un icono de estilo y elegancia, y dentro de veinte años nazca alguien con ese talento especial para resucitar una firma ya mítica.

Gracias por todo,  Alexander Lee Mcqueen.

3 comentarios:

BCN - UNIQUE designer patterns dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
BCN - UNIQUE designer patterns dijo...

Gracias Alexander y gracias a tí por esta entrada. Saludos, Paco.

Juan Gomez dijo...

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